No permitamos que dejen morir el Espíritu de Ermua.
Cuando el 12 de julio de 1997 asesinaron a Miguel Ángel Blanco, la sociedad española y la vasca cambiaron para siempre. Hasta aquellas terribles jornadas muchos eran los que justificaban o miraban hacia otro lado ante el horro de la barbarie etarra. ETA había llevado el clima de miedo a tal extremo que muy pocos en el País Vasco, nacionalista o no, se atrevían a llevar la contraria a las gentes de Batasuna. El País Vasco era prisionero de quienes se autoproclamaban libertadores, y no eran más que crueles déspotas, amos de la vida y la muerte.
Pero el 12 de julio de 1997, la sociedad vasca y la española se juntaron en un solo grito. ¡Basta Ya! Millones de personas salieron a la calle y la liberaron de la opresión etarra. Por primera vez en mucho tiempo los ciudadanos vascos recuperaron las calles que hasta entonces estaban en poder de las juventudes de los matones de Batasuna.
Tras el 12 de julio de 1997. La sociedad
en su conjunto se sintió victima de la locura terrorista. La unidad de la población obligo a muchos a cambiar sus posiciones políticas. Incluso algunos tuvieron que pedir perdón por los balones de oxigeno que hasta entonces habían dado a las que para ellos eran las descarriadas juventudes vascas.
Desde ese día, hasta hora, a ETA, se la ha acorralado en todos ámbitos. Los ciudadanos les exigieron a los políticos que acabaran con una gente que eran tan viles y miserables como para llevar a acabo semejante acto.
A ninguno nos hace falta que nos recuerden las promesas de que no habría dialogo con ETA hasta que abandonase las armas. Y entonces lo único que habría sería algo de generosidad, pero nada de contraprestaciones políticas.
Se nos hablo de unidad y firmeza en la lucha contra el terrorismo. Contra ETA ya solo era posible la victoria de la democracia.
Hoy, ya sabemos el resto de la historia.
Nadie puede pedir que no se aproveché la oportunidad que parece ser que existe de poder acabar con la violencia etarra en estos momentos. La oportunidad esta ahí. Pero esta oportunidad no es de lo demócratas, que con un fin negociado conseguiríamos acabar con esta locura antes y con menos sufrimiento. Pero sin ella, también la acabaríamos, más tarde, pero ganaríamos, que nadie crea lo contrario. La oportunidad es de ETA. De buscar la generosidad y la clemencia, que tantas veces ella nunca tuvo, de una sociedad democrática. Si ETA no aprovecha esta oportunidad solo le que esperar humillación de una derrota absoluta.
Sin embargo, los ciudadanos que creemos en la democracia, no debemos olvidar el dolor de las víctimas y de sus familiares. Debemos recordar, como en 1997 fuimos capaces de generar un
cataclismo social de semejante magnitud. Que nos llevo a recuperar la calle para los demócratas y aislar socialmente de los terrorista. Hechos que nadie duda que han propiciado la situación actual. Y hoy, debemos de volver ser capaces de obligar a los políticos a que no se olviden que gobiernan para los ciudadanos, no para mantenerse en el poder. Que cualquier acuerdo no será valido. Que los demócratas no solo queremos acabar la violencia etarra. Sino que también queremos que el día de mañana este país sigua siendo una democracia y que nadie pueda decir que a través de la extorsión y el asesinato en este país se pueden conseguir objetivos políticos.
Los jóvenes tuvimos un papel muy importante en aquellas tristes jornadas de 1997. Y mantuvimos un importante papel a la hora de exigir a los políticos que cumplieran sus palabras. Fuimos la vanguardia de una opinión pública que dijo que ya no había excusas. Los criminales eran criminales y punto. España era y es una democracia. Y los terroristas eran y son, unos asesinos sin justificación alguna.
Ahora los jóvenes debemos volver a tener aquel papel protagonista en la defensa de la justicia y libertad.
Exijamos a nuestros políticos que no desaprovechen la ocasión. Pero eso, no significa que se vendan a los asesinos. ETA debe demostrar que quiere dejar la violencia. Y para ello, debe abandonar la extorsión y la violencia en todas sus formas. Hasta que esto no se produzca, la Democracia debe actuar con toda sus fuerzas contra los terroristas. No nos debemos dejar que nos engañen las voces de sirenas que hablan de paralizar el Estado de Derecho. Esto no sería una concesión, sería el fin de la democracia. Si nuestro Sistema Judicial se deja influir por situaciones políticas, deja de ser Justicia.
Exijamos a nuestros políticos que no den concesiones políticas a los asesinos. Las víctimas y la sociedad tienen derecho exigir que no consigan ninguno de sus objetivos políticos quienes usan la violencia como arma partidista. Lo contrario sería dar alas a cualquier fanático con una idea.
Debemos exigir dignidad. No podemos quedarnos quietos viendo como se iguala a las víctimas con los verdugos. Durante más de un cuarto de siglo las únicas víctimas han sido las del lado de la democracia. ETA ha sido la única causante de dolor y sufrimiento. Ellos son los verdugos, nadie más.
Los jóvenes debemos recuperar el Espíritu de Ermua. Debemos recuperar la ilusión de una
sociedad libre y sin miedos. Debemos recuperar el espíritu de pasión por la libertad, que un día hizo que una sociedad atemorizada por el fanatismo abertzale, perdiera sus miedos y gritará: ¡Libertad!.
Somos jóvenes. De nosotros será futuro. Que un día no miremos al pasado y nos encontremos preguntándonos por qué no hicimos nada por defender nuestro compromiso con la justicia y la igualdad. Que el día de mañana, cuando nuestros hijos vallan a la escuela les enseñen que Ermua hubo un concejal llamado Miguel Ángel Blanco, y que su brutal asesinato produjo un reacción social que un día consiguió la libertad de todos en mundo libre, sin ETA.
Los jóvenes debemos asumir un compromiso con aquellos que ya no están:
